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Hoy continuamos la serie que nos va a llevar a analizar las 20 tramas maestras que propuso Ronald Tobias. Ya vimos las diez primeras tramas de búsqueda, aventuras, persecución, rescate, huida, venganza, enigma, rivalidad, el desvalido y la tentación, continuamos con la trama de la metamorfosis.
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Las tramas maestras de Roland Tobias
Continuamos con la propuesta de Ronald Tobias sobre las 20 tramas maestras de su libro El Guion y la trama. Fundamentos de la escritura dramática audiovisual.
Ya analizamos la trama de búsqueda, la trama de aventura, la trama de persecución, la trama de rescate, la trama de huida, la trama de venganza, la trama del enigma, la trama de rivalidad, la trama del desvalido y la trama de la tentación; hoy pasamos a la trama de la metamorfosis.
La trama de la metamorfosis
Si hay una trama que sea realmente mágica, ésta es la de la metamorfosis. La mayoría de las tramas se anclan en la realidad. Tratan acerca de situaciones y personas que reconocemos fácilmente, ya que se basan en nuestra experiencia. Incluso los buenos relatos de fantasía y de ciencia ficción son, en definitiva, tan auténticos en su descripción de personas y acontecimientos como las obras de Henry James o de Jane Austen.
La trama de la metamorfosis trata acerca de un cambio. Esto abarca un terreno muy amplio. Pero en esta trama el cambio es específico. Es tanto psicológico como físico. En la trama de metamorfosis, las características físicas del protagonista sufren un cambio en su apariencia. La forma más corriente de metamorfosis muestra a un protagonista que al principio es un animal y al final un joven agraciado en edad casadera. Pero no siempre es así. El proceso inverso puede ocurrir, como en el caso del «hombre lobo».
Siempre hemos descubierto imágenes de nosotros mismos en otras cosas, especialmente en los animales. La metáfora y la alegoría nos son familiares.
El león y el zorro de las fábulas de Esopo representan características propias del ser humano, como la fuerza y la astucia. El lobo, en Caperucita Roja, aunque no sea merecedor de esta reputación, representa rasgos humanos como el poder, la codicia y la maldad. También la serpiente. Hemos mantenido lazos con los animales durante todas las épocas, quizá como reconocimiento de nuestro lugar en el reino animal.
La época moderna no ha visto disminuir nuestra fascinación por las relaciones entre el hombre y la bestia. Los cuentos de hadas y las fábulas del pasado se hallan aún entre nosotros, pero también lo están sus versiones modernas; un hombre que es un lobo; un murciélago que es un hombre; un hombre que es un insecto gigantesco; un príncipe que es un sapo; un hombre que es un león; la lista es larga. Estas obras se encuentran entre nuestras favoritas: El hombre lobo, Drácula, La metamorfosis, El príncipe rana y La bella y la bestia.
La metamorfosis es habitualmente el resultado de una maldición, que se produce como consecuencia de una ofensa o un daño hacia la naturaleza. El hombre lobo y el vampiro son manifestaciones del mal; Gregorio Samsa se ve maldecido por una existencia carente de significado que le convierte en un insecto; el príncipe convertido en sapo en «El príncipe rana» ha sido embrujado por una hechicera, al igual que la bestia en «La bella y la bestia». Cualquiera que sea la forma que adoptemos como animales, metamorfoseamos nuestra condición humana de la misma forma que lo hizo Esopo hace dos mil años.
La curación del hechizo, si existe, es siempre la misma: el amor. El poder curativo del amor puede vencer cualquier maldición y sanar toda aflicción. Si la trama de la metamorfosis nos enseña algo, es que el amor puede salvarnos de nuestros instintos primarios. El amor puede enmendar las equivocaciones; puede sanar las heridas y fortalecer un corazón débil.
El amor puede adoptar muchas formas. Puede tratarse del amor de un niño por su padre (o de un padre por su hijo), el amor de un hombre hacia una mujer (o de una mujer hacia un hombre), el amor entre las gentes, o el amor a Dios.
Si una maldición representa el mal (estar poseído por una fuerza maligna o sufrir una manifestación de una maligna indignación), representa el mal que hay en nuestro interior; pero asimismo podemos tener una oportunidad de salvación, de restaurar el bien que habita en nuestro interior. Esta historia trata sobre las fuerzas del bien y del mal que entran en guerra abierta dentro de nosotros. A veces el mal gobierna, pero siempre existe la posibilidad de restaurar el bien.
El Drácula creado por Bram Stoker es la esencia de la maldad; es una criatura de la noche que se alimenta con la sangre de los seres humanos. Es también cosmopolita, sofisticado, ingenioso y no carece de encanto. Las mujeres le encuentran irresistible. Como el hombre lobo, es uno de los pocos seres metamorfoseados incapaces de ser redimidos por el amor, sin embargo, desea librarse de la maldición que le condena a asolar la tierra.
Obviamente, estoy tomando el concepto de metamorfosis de una manera literal. El ser transformado es por lo habitual el protagonista, lo que implica que hay un antagonista que asume las acciones contra el protagonista. No todos los metamorfoseados son malvados.
La bestia de La bella y la bestia retiene a la bella en su castillo en contra de su voluntad como precio por el delito del padre de la chica. Él muestra una conducta detestable (como atrapar las piezas de caza y comérselas crudas), pero no comete ningún crimen y no es culpable de ningún mal, excepto del que le ha transformado de hombre a bestia.
En las versiones cinematográficas, la bestia es por lo general presentada bajo la forma de un león. Pero hacer de la bestia un león de peluche desvirtuaría la maldición que le convirtió en un ser totalmente despreciable para el amor. La versión interpretada por George C. Scott nos parece la más cercana al original: tomaba la forma de un jabalí.
La única falta de El príncipe rana es querer meterse en la cama de la princesa y dormir con ella (hay que olvidarse de la versión de Walt Disney, en la que la princesa besa a la rana. No ocurre de esa forma en el original).
La clave de la trama es mostrar el proceso (o el fracaso) de la transformación. Ya que ésta es una trama de personajes, nos interesa más la naturaleza del ser transformado que las acciones que lleva a cabo. El metamorfoseado representa un misterio: ¿Qué pecado ha cometido para merecer este cambio? ¿Qué debe hacer para librarse de la maldición? El ser transformado es, de forma innata, una persona triste, abatida por sus aflicciones. Las condiciones de la maldición no solo afectan a su aspecto externo, sino también a su conducta. Su vida se ve alterada por rituales y prohibiciones.
El vampiro no puede salir a la luz del día; el hombre lobo teme a la luna llena; Gregorio Samsa trepa por las paredes de su habitación y se esconde tras los muebles; y la bestia está encerrada por un muro de espinas. El ser transformado está acorralado y busca una vía de escape. Y habitualmente existe una salida. Para el vampiro, es la luz del día o una estaca clavada en el corazón; para el hombre lobo, una bala de plata; para el príncipe rana, compartir el lecho con la princesa durante tres noches; y para Gregorio Samsa, la única salida es una muerte lenta.
Si la maldición es tan poderosa que solo la muerte puede liberar al metamorfoseado, éste busca la muerte. Las condiciones de esa muerte son ejecutadas por el antagonista, pero el metamorfoseado agradece el final, aunque se resista a éste durante el proceso.
Drácula, el hombre lobo y Gregorio Samsa dan la bienvenida a la muerte porque ésta es su liberación. Si la maldición puede ser aniquilada gracias a las acciones del antagonista, el metamorfoseado debe aguardar hasta que el antagonista cumpla con todas las condiciones de la liberación. Estas, por lo habitual, han sido dispuestas por aquel que provocó en su origen la maldición. Tanto la bestia como la rana han de ser amadas.
La primera fase dramática
La acción sigue generalmente tres fases dramáticas. La primera fase presenta al protagonista, el maldito. Conocemos su estado actual pero no las causas de la maldición (esta causa se descubre, por lo general, en la tercera fase dramática). La maldición se ha producido hace ya mucho tiempo; la historia da comienzo en el momento previo a la resolución (liberación).
También conocemos al antagonista, quien actúa como el catalizador que impulsa al metamorfoseado hacia su liberación. El antagonista es «el elegido», la persona que ha estado esperando el metamorfoseado. No obstante, el antagonista puede desconocer que él es el elegido. A menudo el antagonista es una víctima. Es fácil deducir que puede ser la víctima de un vampiro o del hombre lobo, pero es más difícil de entender en otros casos.
Por ejemplo, la princesa en «El príncipe rana» rechaza en todo momento a la rana. Su padre le obliga a acceder a los deseos de la rana. Tampoco la bella es una voluntaria. Va al castillo de la bestia porque su honor le exige que lo haga por su padre. De tener otra oportunidad, ambas protagonistas preferirían estar en otro lugar.
Pero el destino les ha reunido. La primera fase dramática desencadena el proceso hacia la liberación, pero cuanto más desea el protagonista ser liberado, menos puede hacer por explicar su mal o acelerar el proceso de liberación. Esta es una ley implícita de la maldición. La rana no puede explicarse y decir: «Si duermes conmigo durante tres noches, me convertiré en un pimpollo». De igual forma, la bestia no puede decir: «En realidad soy rico y hermoso, y si me das un beso, te lo demostraré».
Habitualmente, el antagonista siente repulsión hacia el metamorfoseado. Desea huir de él. Pero permanece como un prisionero, bien sea físicamente (por vallas de espinos o bestias feroces) o mentalmente (debido a su promesa de quedarse).
Y casi siempre el antagonista, al menos de cierta forma, sufre una atracción hacia el metamorfoseado. El vampiro posee un inmenso atractivo sexual. El hombre lobo, uno de los pocos que puede explicar su maldición (siempre a gente que no le cree), gana siempre la simpatía de sus víctimas, quienes le contemplan como un hombre profundamente atormentado.
La princesa desprecia a la rana, y eso es todo. No observa ningún valor redentor en su verde apariencia. La bella, sin embargo, se ve atraída de inmediato por ciertos atributos humanos (e inhumanos) de la bestia. Al término de la primera fase dramática, sin embargo, la maldición es patente, y el antagonista ha sufrido sus efectos. Puede ser algo terrible (el vampiro ha chupado su sangre), cómico (la rana se presenta en el castillo para la cena) o fantástico (la bella llega al reino de la bestia, pero él no se halla presente en lugar alguno).
Existe la sensación, de cualquier modo, de que el antagonista es directa o indirectamente un cautivo del metamorfoseado.
La segunda fase dramática
La segunda fase dramática se concentra en la envolvente relación entre el metamorfoseado y el antagonista. El antagonista continúa resistiéndose, pero su voluntad se debilita, sea por la compasión, por el miedo, o por el dominio del metamorfoseado. Al mismo tiempo, el antagonista comienza a ejercer un control sobre el metamorfoseado, bien por su belleza, su amabilidad o su comprensión.
Los dos personajes se aproximan; es el comienzo del amor, si es que éste es posible dadas las condiciones de la maldición. La víctima puede seguir estando horrorizada (como en el caso de la víctima del vampiro o de la princesa en «El príncipe rana»), pero el metamorfoseado está loco por la víctima.
La segunda fase dramática puede tener el número acostumbrado de dificultades, pero todas ellas se centran en acciones cuyo fin es la huida (el antagonista puede tener la oportunidad de escapar y o bien la aprovecha y es atrapado de nuevo o bien desecha la oportunidad). El metamorfoseado, quien puede tener lo que el antagonista considera un lado vil (animal), muestra a las claras su animalidad. También puede mostrar una conducta no animal, expresada mediante ternura, afecto y una preocupación por el bienestar del antagonista.
La pareja está próxima a cumplir las condiciones de la liberación, aunque rara vez el lector es consciente de ello. Pero la inicial repulsión que siente el antagonista da paso lentamente a un cúmulo de sentimientos, desde la piedad al comienzo del amor.
Tercera fase dramática
Hacia la tercera fase dramática, las condiciones de la liberación alcanzan una situación crítica. Ha llegado el momento de que la pareja obtenga lo que el destino les depara. Esto por lo general exige un incidente que funciona como el catalizador final para que se produzca el cambio físico del metamorfoseado la culminación de todas las acciones previas: aquello a donde se dirigían esas acciones.
En el caso de «El príncipe rana», la princesa está tan harta de la persistente rana (quien sigue insistiendo en que la bese) que la coge y la tira contra la pared. Cuando su cuerpo golpea la pared, de improviso aparece un hermoso príncipe.
En «La bella y la bestia», la bestia yace agonizante, y solo la declaración de amor de la bella le arrebata de la muerte y le transforma en un príncipe. En los casos donde la muerte es una liberación, también se cumplen las condiciones. Ya que el amor no puede acabar con la maldición, el antagonista, o un auxiliar de éste, debe ejecutar el ritual adecuado para asegurar la liberación del metamorfoseado. Este puede morir, pero en cualquier caso es un alivio verse liberado de la maldición.
La tercera fase nos proporciona la información acerca de la maldición y sus causas. La trama combina lo grotesco con el poder curativo del amor, y su atractivo es tan viejo como la literatura misma.
Resumen
- La metamorfosis es a menudo el resultado de una maldición.
- La curación de la maldición suele ser el amor.
- Las formas de amor incluyen el amor de un padre por su hijo, de una mujer por un hombre (y a la inversa), el amor entre las personas, o el amor a Dios.
- Aquel que sufre la metamorfosis es por lo general el protagonista.
- La clave de la trama consiste en mostrar el proceso de transformación que devuelva al protagonista su humanidad.
- Es una trama de personajes; por consiguiente, tiene mayor importancia la naturaleza del que sufre la transformación que sus acciones.
- El que sufre la transformación es, de manera innata, un personaje triste.
- La vida de este personaje está regida por rituales y prohibiciones
- El personaje logra hallar una vía de escape a su situación.
- Por lo habitual, hay una vía de escape a esta situación que puede denominarse liberación.
- Las condiciones de esta liberación son casi siempre llevadas a cabo por el antagonista.
- Si la maldición puede revocarse merced a ciertas acciones del antagonista, el protagonista no puede explicar o apresurar los acontecimientos.
- En la primera fase dramática, el metamorfoseado no puede explicar las causas de la maldición. Lo vemos como resultado de esta maldición
- La historia debe comenzar en el momento previo a la resolución de la maldición (liberación).
- El antagonista debe actuar como el catalizador que impulsa al protagonista hacia la liberación.
- El antagonista en principio puede presentarse como la víctima propicia, pero acaba mostrándose como «el elegido».
- La segunda fase dramática debe concentrarse en la naturaleza de las relaciones entre el antagonista y el personaje que sufre la metamorfosis.
- Los personajes se aproximan entre sí de una forma emocional.
- En la tercera fase dramática, las condiciones de la liberación deben cumplirse y el protagonista ha de ser liberado de la maldición. Puede regresar a su condición original o morir.
- El lector debe comprender las causas de la maldición y sus motivaciones más profundas.
Y así terminamos el podcast de hoy en el que hemos analizado una de las tramas maestras de Ronald Tobias: la trama de la metamorfosis. Si os ha sido útil, agradecería comentarios y valoraciones en Itunes, Ivoox, Youtube o Spotify. O que compartáis este podcast por redes sociales. Y por supuesto agradecer a los que os suscribís a los cursos de Guion o contratáis las consultorías y mentorías que ayudáis a que el podcast se mantenga. Estaremos juntos los martes y jueves con nuevas técnicas, estrategias y análisis para que aprendamos entre todos a ser mejores guionistas.