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Hoy continuamos la serie que nos va a llevar a analizar las 20 tramas maestras que propuso Ronald Tobias. Ya vimos las doce primeras tramas de búsqueda, aventuras, persecución, rescate, huida, venganza, enigma, rivalidad, el desvalido, la tentación, y la metamorfosis y la transformación, continuamos con la trama de la maduración.
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Las tramas maestras de Roland Tobias
Continuamos con la propuesta de Ronald Tobias sobre las 20 tramas maestras de su libro El Guion y la trama. Fundamentos de la escritura dramática audiovisual.
Ya analizamos la trama de búsqueda, la trama de aventura, la trama de persecución, la trama de rescate, la trama de huida, la trama de venganza, la trama del enigma, la trama de rivalidad, la trama del desvalido, la trama de la tentación y trama de la metamorfosis y la trama de transformación, continuamos con la trama de la maduración.
La trama de la maduración
En la mayoría de los libros y de las películas el protagonista cambia a mejor durante el curso del relato. Los escritores son libres de escribir sobre lo que quieran y como quieran. Así pues, ¿por qué un impresionante número de obras muestra personajes que mejoran y que hacen mejorar aquello que les rodea? Es un fenómeno curioso.
¿Podríamos decir que la naturaleza de los escritores es, definitivamente, optimista? Sin duda, Hollywood prefiere finales felices -esto lo sabemos. Pero eso no explica la predisposición de los escritores para crear historias que son social y moralmente constructivas.
La trama de la maduración, la trama acerca de crecer o madurar— es una de esas historias verdaderamente optimistas. Hay lecciones que aprender, y estas lecciones pueden ser duras, pero al final el personaje se convierte (o se convertirá) en una mejor persona gracias a aquellas.
La trama de la maduración es un pariente próximo de las tramas de transformación y metamorfosis, y, sin embargo, es lo bastante diferente como para constituir una categoría propia. Se puede argüir que se trata de una metamorfosis de la infancia a la madurez (desde la inocencia a la experiencia), y ciertamente incluye un cambio físico. Pero esta trama no es una metamorfosis en el sentido que describimos anteriormente.
Se puede objetar además que la maduración es igualmente una trama de transformación, pero la trama de maduración solo se refiere al proceso de crecimiento. Quizá una forma de explicarlo sea decir que la trama de transformación se centra en adultos que están sujetos a un proceso de cambio, y la trama de maduración se centra en niños que están en el proceso de hacerse adultos.
Entra el héroe
El protagonista de la trama de maduración es habitualmente una persona joven y simpática cuyos objetivos son o bien confusos o bien no están aún totalmente definidos. Flota en el mar de la vida sin rumbo. A menudo vacila, inseguro ante qué camino escoger o qué decisión tomar.
La esencia de estos relatos es el crecimiento moral y psicológico del protagonista. Comienza la historia cuando el protagonista ha llegado al momento de su vida en que puede someterse a las pruebas de un adulto. Puede estar listo para estas pruebas, o puede verse obligado a afrontarlas por las circunstancias.
Ernest Hemingway escribió una serie de relatos titulada Los relatos de Nick Adams, acerca de un joven de Michigan. Estas historias tratan sobre el aprendizaje. En «Un campamento indio» el muchacho acompaña a su padre, que es médico, a curar a un indio. El indio se ha suicidado y por primera vez el chico ha de afrontar la muerte. Pero el muchacho es demasiado joven para comprender la experiencia y rechaza la lección. Éste es el tema del relato: no es aún capaz de hacer frente al mundo de los adultos.
En muchas otras historias de Hemingway, sin embargo, el joven protagonista aprende rápido las lecciones de la madurez. En el que es posiblemente el relato más famoso de Hemingway, Los asesinos, un Nick Adams adolescente ha de enfrentarse al mal por primera vez en su vida. Los asesinos es un patrón excelente para un relato de maduración.
Como historia es engañosamente simple (como buena parte de la obra de Hemingway), pero posee la visión certera (y la comprensión) de las dificultades que un joven debe afrontar en el proceso de madurar. La historia es vista a través de los ojos de Nick, quien actúa como un espectador, más que como un personaje central, durante la mayor parte del relato. Esta postura de observador es muy común, ya que el joven no es lo suficientemente experimentado para comprender la situación o para participar en la acción de una forma significativa.
Dos matones de Chicago, Al y Max, llegan a un pequeño pueblo para matar a Ole Anderson, un boxeador que les ha engañado al no haberse dejado derrotar en un combate que estaba en principio amañado. Los gángsters van a un restaurante donde Nick trabaja. El diálogo se produce entre George, el encargado, Sam, el cocinero negro, y Nick. Cuando Nick descubre lo que los dos matones intentan hacer, quiere ayudar a Ole.
Joven e idealista, quiere salvar a Ole de su destino. Corre a la pensión donde vive Ole y le advierte, pero el viejo sueco está cansado de huir y está preparado para aceptar la muerte. Nick no entiende la resignación de Ole y se niega a aceptarla. Es demasiado joven y demasiado optimista. Al final del relato, Nick rechaza la actitud de Ole y decide que se debe luchar contra el mal y contra la muerte cueste lo que cueste.
Antes: la primera fase dramática
Realmente, el proceso de madurez de un joven abarca muchos años. Se puede escoger cualquier situación, desde la de un niño pequeño e impresionable a la de un joven a punto de llegar a la madurez. Se puede explorar un día de la vida del protagonista o seguirle durante meses e incluso años.
Dos novelas que son dos excelentes obras maestras relacionadas con la trama de maduración son Grandes esperanzas de Dickens y Huckleberry Finn de Mark Twain. Seguimos a Pip y a Huck a través de todos los sufrimientos que deben afrontar, y seguimos sus aventuras con el deseo de que finalmente éstas vayan por el cauce debido. Cuando esto se produce, sentimos una justificada satisfacción.
Comenzamos con el protagonista tal y como es antes de que los acontecimientos empiecen a cambiar su vida. Necesitamos ver quien es este personaje, cómo piensa y actúa, para así hacernos una idea de su estado moral y psicológico antes de que experimente un cambio. El personaje puede mostrar bastantes aspectos negativos (pueriles). Quizá sea irresponsable (pero divertido), mentiroso, egoísta, ingenuo todos los rasgos de carácter que son típicos de alguien que no ha aceptado las responsabilidades de la madurez o que no ha aceptado el código moral y social que el resto de nosotros cumple (más o menos).
El personaje puede estar madurando (como Huck y Pip) pero carecerá de las virtudes que atribuimos a los adultos. El público disculpará estos defectos al principio (después de todo, el héroe es solo un niño), pero habrá que elevar las expectativas del público y cuando la historia avance, el personaje pasará la prueba y triunfará finalmente.
Nick, al principio de Los asesinos, no está preparado para enfrentarse a la clase de mundo que representan Ole y los dos matones. No ha estado expuesto al cinismo y a lo que podríamos denominar como el lado siniestro de la naturaleza humana. En todos los aspectos parece normal; y de hecho, lo es. Pero ahora el feo mundo exterior se introducirá en su pacífico reino.
Cuando de repente…
Lo que nos lleva a la prueba. El acontecimiento catalizador. El personaje está navegando apaciblemente a través de la infancia sin ninguna preocupación seria cuando de repente algo aparece y le golpea de lleno en la cara. Puede ser la muerte de uno de sus padres, un divorcio, o que el personaje sea expulsado de su hogar. El hecho debe ser lo bastante duro para llamar la atención del protagonista y socavar literalmente su sistema de creencias.
Si un niño cree (y los niños lo creen) que todos los miembros de su familia son inmortales, y ocurre algo que demuestra que las cosas no son así, el niño debe reflexionar sobre sus creencias y adaptarse a los nuevos acontecimientos. A los ojos del niño el suceso es apocalíptico, aunque como adultos nosotros lo veamos como parte del curso normal de la vida.
El escritor debe hacernos sentir la apocalíptica fuerza del acontecimiento sobre la psique del niño. Quiere que sintamos lo que el niño siente. No debe dejar que el lector reaccione como un adulto, porque ello atenuaría el tormento emocional que el protagonista siente. Debe hacernos recordar como cuando éramos jóvenes y sentíamos las mismas emociones. Debe despertar esos sentimientos dormidos.
El retrato de la juventud debe ser convincente. Los escritores cometen a menudo el error de escribir acerca de algo o de alguien que no conocen demasiado. Si bien es cierto que todos hemos sido jóvenes alguna vez, algunos de entre nosotros somos incapaces de explotar el depósito de sensaciones y pensamientos que teníamos diez, veinte o cincuenta años atrás. Si se escoge como personaje a un joven, se debe plasmar convincentemente lo que un joven piensa y siente. Hemingway lo hizo en sus relatos; también lo hizo Steinbeck. Y Dickens. Ellos logran que nos identifiquemos con los personajes. Si no se nos hace retroceder en el tiempo, la historia carecerá del atractivo emocional que necesita.
Muchos autores comenten el error de escribir como adultos simulando ser niños. Se debe poseer una sensibilidad sobre lo que los niños piensan y sienten sin recurrir a un nivel muy primitivo. Hay un delicado equilibrio entre la inmadurez y la madurez de un personaje en la escritura. En un libro como A separate Peace de John Knowles o El guardián entre el centeno de J. D. Salinger, los protagonistas son una mezcla de adulto y de niño. No son personajes excesivamente simplificados, pero resultan convincentes como jóvenes. Si no se está en contacto con las sensibilidades de la gente sobre la que se desea escribir, no va a resultar convincente.
La prueba de Nick tiene lugar cuando escucha que los matones planean matar a Ole Anderson. No comprende un mundo que no moverá un dedo para a salvar a Ole. No entiende la complacencia con que George, Sam, Max y Al aceptan el destino de Ole. Se le presentan dos opciones: o no hace nada (como Sam y George) o se inmiscuye activamente e intenta avisar a Ole.
No quiero: la segunda fase dramática
Rara vez la lección de la madurez causa un efecto inmediato. No se enciende de súbito una bombilla en la mente del protagonista. El protagonista debe ahora reaccionar ante el cataclismo. Por lo habitual, la respuesta del niño es negar el hecho, bien literal o figurativamente. «Mamá no está muerta de verdad» o «mamá y papá no van a divorciarse» o «no tengo por qué buscar un trabajo». El rechazo es una poderosa emoción. Trata de proteger al protagonista de la realidad. No es inusual que el protagonista haga exactamente lo más erróneo. Resiste; se hace más problemático, menos predecible.
Su personalidad puede incluso degenerar. A los niños no les gusta que se les fuerce a entrar en un mundo frío y cruel. Prefieren la relativa calidez y seguridad de la infancia.
El proceso de resistencia suele llevar tiempo. Puede ser, de hecho, que el protagonista trate de acometer la acción adecuada, pero que no sepa cuál es. Esto significa prueba y error. Encontrar qué es lo que funciona y qué es lo que no. Este es el proceso del crecimiento, el viaje de la inocencia a la experiencia.
Nick Adams se halla en esta situación. Hace lo que cree que es correcto. No puede concebir otra acción. Pero lo que no puede entender es la reacción de Ole (y de hecho todas las reacciones de los adultos que parecen ser una desgana de luchar contra el destino). Él se resiste ante esa actitud fatalista.
Las enseñanzas que el protagonista recibe tienen habitualmente un precio. El coste puede ser tangible o intangible. Puede perder la confianza en sí mismo o su autoestima; puede perder todos sus bienes terrenales. Se ha mudado de un mundo que era seguro a un mundo impredecible y quizá hostil.
Esta historia puede elaborarse a cualquier escala. Puede tratarse de una lección pequeña aprendida en un día, una pequeña, casi inadvertida lección que nadie más capta, pero que es importante para el protagonista. O, por contra, las lecciones pueden prolongarse durante meses o años y desembocar en un individuo maduro, socialmente estable.
El meollo de la segunda fase dramática consiste, para el escritor, en desafiar, poner a prueba las convicciones del protagonista. Hay que ponerlas a prueba. ¿Resisten o perecen? ¿Cómo afecta el cambio al protagonista? Este personaje, quizá más que ningún otro en nuestro repertorio, está siempre atravesando cambios.
Finalmente: la tercera fase dramática
Finalmente el protagonista desarrolla un nuevo sistema de creencias y llega un momento en que éstas deben ser puestas a prueba. En la tercera fase dramática, el protagonista aceptará finalmente (o rechazará) el cambio. Ya que hemos subrayado que la mayor parte de las obras de este tipo poseen un final positivo, el protagonista aceptará su papel de adulto de una forma más significativa que simbólica.
Obviamente, la madurez no llega de improviso. Llega por etapas; las lecciones se acumulan unas sobre otras. Nick atisba un mundo que ni siquiera sabía que existía. Es un mundo siniestro, lleno de presagios, contrario a todo lo que él conoce y siente. Al mismo tiempo, él se da cuenta del poder de ese mundo. George y Sam se rinden ante ese poder. También lo hace Ole. Nick no es lo suficientemente mayor para comprender por qué ellos se rinden, pero conoce sus propios sentimientos, y éstos le hacen rechazar ese mundo. El relato implica que esta experiencia representa un hecho decisivo en la vida de Nick. Resuelve luchar contra aquello que Ole no puede combatir. Ese día ha visto el mundo y sus gentes de una forma diferente, y ello ha cambiado a Nick y a su manera de ver el mundo.
No hay que intentar acelerar el proceso de madurez en un día. No sucede nunca así. En el pequeño acontecimiento yace escondido el significado de la vida. No hay que predicar ni moralizar; hay que dejar que el protagonista pele lentamente cada una de las capas. Nuestro interés como lectores se centra en cómo se enfrenta el protagonista al acontecimiento y cómo lo interpreta en el esquema de la vida. ¿Qué ha aprendido? ¿Ha dado un paso más en el camino a la madurez? ¿O se ha resistido a dar ese paso?
No se debe tratar de plasmar todo el bien y el mal en la historia. Hay que escoger el momento cuidadosamente y hacer que suceda en la historia al igual que como sucede en la vida. Hay que descubrir algo significativo en lo aparentemente trivial y recordar que lo que pueda parecerle trivial a un adulto puede ser estremecedor para un niño. Ésta es la clave: encontrar el nivel de percepción de un niño y contemplar el mundo como lo hicimos años atrás.
Resumen
- Crear un protagonista que se halle en el umbral de la madurez, cuyos objetivos sean o bien confusos o bien no estén aún claros.
- Hay que asegurarse de que el público comprende quién es el personaje y cómo piensa y siente antes de que tenga lugar un acontecimiento que provoque el proceso de cambio.
- Hacer un contraste entre la vida ingenua del protagonista (infancia) y la realidad de una vida desprotegida (madurez).
- Centrar la historia en el desarrollo oral y psicológico del protagonista.
- Una vez que se haya mostrado al protagonista tal y como era antes del cambio, hay que crear un incidente que ponga a prueba sus creencias y su comprensión del mundo.
- El protagonista, ¿acepta o rechaza el cambio? ¿Ambas cosas a la vez? ¿Resiste la lección? ¿Cómo actúa?
- Mostrar al protagonista mientras sufre ese proceso de cambio. Éste debe ser gradual, no repentino.
- Hay que asegurarse de que el protagonista es convincente; no proporcionarle percepciones y valores adultos hasta que no esté listo para adoptar esos valores.
- No tratar de que llegue a la madurez cuanto antes. A menudo, las pequeñas lecciones representan importantes sacudidas en el proceso de maduración.
- Decidir qué precio psicológico se ha de pagar por la lección y plasmar cómo el protagonista es capaz de afrontarlo.
Y así terminamos el podcast de hoy en el que hemos analizado una de las tramas maestras de Ronald Tobias: la trama de la maduración. Si os ha sido útil, agradecería comentarios y valoraciones en Itunes, Ivoox, Youtube o Spotify. O que compartáis este podcast por redes sociales. Y por supuesto agradecer a los que os suscribís a los cursos de Guion o contratáis las consultorías y mentorías que ayudáis a que el podcast se mantenga. Estaremos juntos los martes y jueves con nuevas técnicas, estrategias y análisis para que aprendamos entre todos a ser mejores guionistas.