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Cuando veo una película que me gusta en el cine, suelo preguntarme cómo se le ocurrió la historia al guionista y por qué decidió contar esa historia y no otra. Cuál es su vinculación con la historia. Hoy te voy a contar una vinculación increíble, la que llevó al guionista David Seidler a escribir El discurso del Rey, que pasó de la Black List a ganar el óscar.
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Y hoy continuamos con el curso de Arquetipos de Myer-Briggs. Isabel Briggs Myers y su madre Katharine Briggs partieron de las ideas de Jung para catalogar a las personas en 16 personalidades diferentes que funcionan como arquetipos. Los guionistas podemos utilizar estos arquetipos para conocer mejor a nuestros personajes y desarrollar sus personalidades. Hoy analizamos con detenimiento las 4 personalidades que entran dentro del grupo de los centinelas.
El discurso del rey, una más en la Black List
En el último podcast hablé de la Black List y de las increíbles películas que han pasado por allí. Sin ir más lejos, si vas a la Black List del año 2009 (te dejo el enlace), puedes encontrar que el más valorado es un proyecto llamado The Muppet man de Christopher Weekes. Investigando sobre ese guion descubrí que lo compró la compañía de Henson, pero que nunca se produjo. Según leí en un comentario de un foro están las sospechas de que Henson compró el guion para poder acabar con él y evitar que nadie más lo produjera.
El segundo guion más valorado sí te sonará, es The Social Network de Aaron Sorkin:
«La historia de los fundadores de la red social Facebook y cómo el éxito y la riqueza cambiaron sus vidas». David Fincher acabó dirigiendo la película y Sorkin ganó el Óscar al Mejor Guion Adaptado.
El guion de Sorkin tuvo 42 valoraciones. Si seguimos bajando en la lista y llegamos al puesto 59 nos podemos encontrar con otra película que cuyo guion también ganó el Óscar, El discurso del rey, escrito por David Seidler: «Jorge VI, también conocido como Bertie, asume a regañadientes el trono de Inglaterra cuando su hermano, Eduardo, abdica en 1936. El rey, poco preparado, recurre a un logopeda radical terapeuta del habla, Lionel Logue, para que le ayude a superar su tartamudez nerviosa y ambos forjan una amistad».
Recuerdo que vi la película en el cine y me encantó. Por lo que intenté bucear un poco para ver cómo consiguió llevarse a la pantalla. Así fue como leí que David Seidler, un veterano guionista que en su niñez había sido tartamudo, siempre se sintió inspirado por el Rey Jorge VI, quien próximo a ocupar el trono padeció esa condición y siempre supo que la historia detrás de cómo la superó haría una película extraordinaria.
Seidler para probar si la historia estaba afilada, la convirtió primero en una sencilla obra de teatro para un teatro comunitario. Una de las actrices de la compañía era la madre del director Tom Hooper. El resto ya es historia: Seidler escribe el guion definitivo, este ingresa en la Black List del 2009 y termina ganando el Oscar a la Mejor Película por encima de The Social Network (otra integrante de la Black List).
Pero lo mejor no acaba aquí, porque la historia de cómo y por qué escribió David Seidler el guion es mucho más sorprendente. La encontré en el libro Storytelling. Cómo contar tu historia para que el mundo quiera escucharla de Bobette Buster.
La vinculación emocional con una enfermedad como motivación
David Seidler, guionista de la película, era un niño durante la Segunda Guerra Mundial y, al igual que el rey, padecía de una terrible tartamudez.
David y su familia se trasladaron a Nueva York para escapar de los bombardeos de Londres y, al escuchar los discursos del Rey en la radio, el joven comprendió lo que el monarca había tenido que soportar simplemente para ser capaz de motivar e inspirar a sus súbditos en aquel difícil período. El rey Jorge VI se convirtió en su héroe y siempre llevó su historia en el corazón.
Cuando se convirtió en guionista escribió a la reina madre y pidió su permiso para contarla. Poco después recibió una carta del Palacio de Buckingham con un impresionante lacre de color rojo en el sobre. El secretario privado de la reina madre le informaba de que Su Majestad no le concedía su permiso.
Sin embargo, al final de la misiva mecanografiada la reina madre había añadido de su puño y letra: “por favor, no mientras yo viva”. Era demasiado doloroso. David, obediente súbdito británico, aparcó el proyecto. No sospechaba que la reina madre viviría hasta los 102 años.
Años después, cuando la reina madre ya había fallecido, David repasó el manuscrito. Ya tenía más de 30 años de experiencia como guionista y, por fin, se embarcó en el proyecto de narrar la verdadera historia de Jorge VI, un monarca tartamudo en la era de la radio.
La tartamudez se convertía en un problema aún más embarazoso, pues él entonces Duque de York tenía que hablar en directo para todo el Imperio británico en una época en que prácticamente había una radio en cada casa.
De haber nacido una generación antes, habría bastado con que saludara graciosamente a lomos de un caballo. Una generación después sus palabras podrían haberse editado.
Limitarse a narrar de nuevo los momentos claves de la vida de Jorge VI habría sido muy aburrido y el guion aún estaría en el cajón de Seidler. De hecho, a pesar del nuevo y audaz ángulo que le había encontrado a la historia, cuando propuso por primera vez El discurso del Rey nadie reparó en su potencial. Ninguna productora de Hollywood estaba dispuesta a financiar una película que desde su punto de vista era insignificante, pues solo sería de interés para una reducida audiencia de británicos de cierta edad que habían vivido aquella época.
David tuvo que encontrar la historia tras la historia, su gran idea o tema. ¿Qué nos importa como público la vida de un miembro de una familia real que ha vivido rodeado de privilegios y riqueza desde su nacimiento? En pocas palabras, para valorar la vida de aquel hombre extraordinario debemos verlo como hombre ordinario con miedos personales, que a su vez son universales.
Sabemos desde el principio lo que desea “Bertie”, cómo se conocía a Jorge VI en su círculo íntimo. Desea ser capaz de hablar en público con fluidez y elocuencia. Pero para ello, primero debe enfrentarse a su peor miedo: el miedo de convertirse en rey.
¿Tiene lo que hay que tener? ¿Cómo conseguir superar esa manifestación física de su temor? David Seidler nos cuenta que lo logró gracias a inesperada amistad con Lionel Logue, un plebeyo australiano y quizás la única persona en todo el Imperio qué cree que “Bertie” puede llegar a ser un rey condenadamente bueno y le da la confianza que necesita para superar el tartamudeo.
Como rey, Jorge VI tendrá que servir al pueblo, hablar en público y dar discursos en directo por la radio durante la Segunda Guerra Mundial. La brillante narrativa de David Seidler no nos brinda una historia, sino dos: la de Bertie, el futuro Jorge VI, un hombre extraordinario que se transforma en ordinario ante nuestros ojos; y la de Lionel logue, un hombre ordinario al que vemos convertirse en extraordinario gracias a su amistad con Bertie y su inquebrantable confianza en él. Lionel Logue y esa amistad grande e ignorada constituyen la historia tras la historia de El discurso del Rey.
Y es que la historia real en este caso es que Bertie nunca había conocido a un plebeyo. Nunca había tenido amigos más allá de su amada esposa. Al enfrentarse a su miedo a hablar en público, conoce a su primer amigo de verdad.
Solo conociendo al plebeyo Lionel, Bertie consigue liderar y servir a su pueblo durante una terrible guerra. La amistad lo pone en contacto con su propia humanidad y le granjea la admiración y el cariño de sus súbditos. Los británicos lo tenían por un orador terrible, pero al contemplar su resiliencia a la hora de enfrentarse a la tartamudez, pudieron identificarse con el valor de su soberano, que puso de manifiesto en el discurso al imperio del 3 de septiembre de 1939, cuando Reino Unido declaró la guerra a Alemania. Para el pueblo británico, en ese momento se convirtió en el gran símbolo del coraje.
La historia que ningún estudio quería producir porque su argumento consistía en “dos tipos hablando en una habitación y uno de ellos es tartamudo”, costó 15 millones de dólares y los productores tardaron varios años en reunir el dinero. Sin embargo, a los 3 meses del estreno había recaudado 415 millones de dólares y había ganado el Oscar a la mejor película, al mejor director, al mejor guion original y al mejor actor, además de 7 Baftas.
De no ser por la conexión personal de Seidler con el rey, por haber padecido la misma enfermedad, la película nunca se habría rodado.
Así terminamos el podcast de hoy en el que hemos cómo surgió El discurso del rey, pasó por la Black List y acabó en el oscar. No sin agradecer a los que os suscribís a los cursos de Guion o contratáis las consultorías y mentorías que ayudáis a que el podcast se mantenga. Estaremos juntos los martes y jueves con nuevas técnicas, estrategias y análisis para que aprendamos entre todos a ser mejores guionistas.